martes, 31 de diciembre de 2019

Para el venturoso 2010: Sopón de gandules y carne de cerdo


Sopón de gandules con carne de cerdo: pa inaugurar un venturoso 2020
Por @thefoodstorian

Ingredientes
(6 a 8 servicios)
1.       1 libra de gandules frescos
Si tiene gandules en su patio, huerto o finca, ya sabe lo que debe hacer. Si eres del área metro de San Juan, tírese pa los campos de esta tierra – les recomiendo el área centro oeste-. Si ya es muy tarde para ir a los campos, consiga gandules frescos de Puerto Rico.  Aunque pague unos centavos más vis a vis el congelado importado, tendrá mucho más sabor y estructura al ablandarlos, amén de que realizará un acto “gastropolítico” apoyando a nuestra agricultura. Ni se le ocurra comprarlos enlatados.
2.       1 libra de carne de cerdo de “faldilla”, es decir, de la “barriguita”(“pork boneless belly”); y 1 libra de barriguita con costillas ( pork belly strips bone in”) picaditas en pedazos de 2 pulgadas”.
Compre a su carnicero favorito el corte de la faldilla con costillitas de cerdo del país, si posible que lo haya adquirido de la Cooperativa de Porcicultores de Puerto Rico; o de La Ceba. Esta última vende al detal varios cortes en algunos supermercados de Puerto Rico.
3.       ½ taza  de calabaza de cáscara verde oscuro. Este ingrediente es opcional. Hay comensales que no les place el tropezón de la calabaza con el arroz en el cuchareo. Yo soy de éstos.
4.       ½ libra de arroz (8 onzas) o ¾ de libra 12 onzas) de arroz grano corto. Unos prefieren lavarlo otros no.   
El corto no rompe tan rápido, permite que lo rehogue en el sofrito para saborizarlo, y aguanta un poco más de agua, esto si quiere un sopón más “meloso” (que haya más arroz en la cuchara). Yo lo prefiero más “caldoso” (1 pulgada de caldo por encima del arroz cuando el plato está en su punto). Para el “caldoso”, la prueba es que haya caldo en la cuchara, no sólo arroz.
5.       4 o 5 tazas de agua con sal para suavizar los gandules
6.        ½ taza de nuestro “flavor principle”, el sofrito boricua, el distintivo de la cocina puertorriqueña entre las ricas cocinas caribeñas.
Los ingredientes a su gusto. Los preferidos míos son recao, ajíes dulces (verdes y rojos en proporción); cilantrillo, dientes de ajo relucientes y firmes, tomates (si son “asados” mejor, pues potencian el llamado “quinto sabor” (“umami” o “monosodio glutamático” que ocurre de forma natural en el tomate, y así se  evita el uso de salsa de tomate enlatada); semillas de comino, orégano de la mata, pimiento de cocinar, cebolla, tres gotitas de vinagre, un buen pilón…. y mucho puño y muñeca.
7.       3 cucharadas de alcaparrado. ¡Ojo! Las aceitunas sin semillas.
8.       2 ½ cucharadas de “manteca de achiote”.
La “bixa ” o achiote taino. La expectativa del color en nuestros guisos. Yo frío las semillas en la manteca que desprende un pedazo de 2 a 3 onzas de tocino. No las pase, pues el “smoking point” de la manteca es más rápido que el del aceite y se oscurece la manteca, amargando su sabor y perdiendo su hermoso color ambarino.

9.       Mucho amor y ganas de obsequiar al comienzo de un nuevo año.

Procedimientos
1.       Ponga a hervir los cortes de carne- en una olla a parte- en 4 taza ½ de agua con un poco de sal, 2 ajíes dulces y varias hojas de recao amarradas. Cueza a fuego mediano con tapa hasta que muestren poca resistencia cuando las hincas con la punta de un cuchillo fino. Saque el ají y el recao. Déje la carne en el caldo. Debe haber restado al menos 2 ½ tazas de caldo.
2.       Ponga los gandules en un tazón con agua y sal para humedecerlos, entre quince a veinte minutos. Escúrralos. En otra olla, vierta 4 ½ tazas de agua y ponga a hervir los gandules con un poco de sal, primero a “fuego enfadado”, y cuando hierva, tape y baje a “fuego de sonrisa”.  Cocine por 35 minutos o pruebe alguno antes en el diente, o prense algunos entre la lengua y el paladar para verificar su punto de acuerdo con sus gustos. Pero tenga presente que luego volverán a un líquido en hervor. Así que no los pase. Cuando estén listos, escúrralos y reserve el agua. Debe haber al menos dos tazas.
3.       En una tercera olla ¿caldero? grande, suficientemente alto y abierto en el tope, caliente la manteca de achiote, ponga el sofrito de pilón y remueva hasta que huela a cocina de antaño.  
4.        Agregue el arroz – si lo remojó debe estar bien escurrido- y remueva para humedecerlo de sofrito y color.  
5.       Agregue el agua en que hirvió los gandules y revuelva bien sin estrujar el arroz.
6.       Agregue el caldo que reservó de la carne- hay quienes le vierten agua en vez del caldo de la carne porque les resulta un sopón muy oscuro, ciertamente, pero menos sabroso-, y acomode todo despacito.
7.       Inmediatamente ponga las piezas de carne y la calabaza. El caldo debe sobrepasar al arroz al menos por 2 pulgadas y ½. Cuézalo destapado a fuego enfadado al principio y luego baje a fuego de sonrisa.  Si observa que el arroz sube a la superficie muy pronto, añada un poco de agua caliente. La alquimia debe durar unos 10 a 12 minutos, dependiendo del arroz que usó.
8.        Prepare una chiffonade con seis hojas de recao y dos ajíes dulces y decore los asopaos. ¡Y ojo hay quienes no les gusta ver la hoja del recao- aunque les encante el aroma!  Así que es mejor que ponga la chiffonade a parte.  

El gandul en los recetarios puertorriqueños del siglo XX (último Antes de Noche Vieja)


Aun cuando en los tratados del siglo XIX la mención al gandul sea escueta y subvalorada, ello no quiere decir que la legumbre fuera poco apreciada en la cocina puertorriqueña. Por eso, a pocos años de que pasáramos a ser colonia norteamericana, varias damas americanas pertenecientes a la Primera Iglesia Metodista de San Juan incluyeron una receta de “gandules guisados” en su recetario “The Porto Rican Cook Book” (1909). Tan importante era que además incluyeron a la legumbre en el “Market List” que copiaron al final del libro para orientar a sus amigas recién llegadas sobre qué comprar en el mercado de San Juan.
También se incluye una receta gandules guisados y otra de “arroz con gandules” (sin carne de cerdo), en el manual de economía doméstica “Home Making and Home Keeping” de 1914. En 1929 se incluyó el “arroz con gandules y carne de cerdo” entre los almuerzos semanales que debían servirse en los comedores de las escuelas públicas de Puerto Rico. Todo ello muestra el respeto que las maestras de escuelas públicas y los planificadores educativos tenían a la súper nutritiva legumbre, en la cocina y en las ingestas puertorriqueñas.
Más adelante, en “The Puerto Rican Cookbook” (1948), escrito por la norteamericana Elizabeth Bellows Dooley, se incluyó la receta de “gandules guisados”. En “Cocine a Gusto”, de Berta Cabanillas, Carmen Ginorio y Carmen Quirós (1950) se incluyó el “sopón de gandules con bollitos de plátano” y el “sopón de gandules con carne de cerdo”. Luego en “Cocina Criolla” de Carmen Aboy de Valldejuli (1954), se incluyeron tres recetas. Por entonces, el Cajanus se había asentado con firmeza en la cocina puertorriqueña, algo que reconoció la industria alimentaria local (los entonces famosos gandules marca Alba, producidos y envasados en el municipio de Villalba de forma cooperativa), y los avances de Goya Foods en Estados Unidos, que avivaban la memoria del paladar navideño de cientos de miles de puertorriqueños y puertorriqueñas de la diáspora.  De aquí en adelante hasta el día de hoy, ningún recetario que se nombre de “cocina puertorriqueña”, carece de una receta con el generoso gandul.
Apostemos, pues, a nuestros gandules en el preludio de la primera mañana del 2020, con un reverenciado sopón de gandules del país, humeante, con sofrito de pilón y bollitos de plátano. ¡Ahhh! Y no olviden la costillita de cerdo con carne de la barriguita, para reforzar el caldo y la sustancia en el diente. Igual pueden homenajearlo con un arroz con gandules y carne de cerdo apastelao…… ¡En la fiesta de Reyes por supuesto!!!
¡Muchas felicidades!

lunes, 30 de diciembre de 2019

El gandul y sus silencios ( tercero de cuatro !Antes de Noche Vieja!)


Como dije en la nota del 27 de diciembre, el gandul se menciona por primera vez en Puerto Rico en el tratado Exploración de las Islas de Barlovento: Cuba y Puerto Rico (1795).   Pero llama la atención que un observador de la flora puertorriqueña tan curioso como el monje Abad y Lasierra- quien recorrió la isla a fines de la década de 1780-, no mencione al gandul en su Historia Geográfica Civil y Natural de la Isla de San Juan, publicada en 1788. Igual, el gandul no se menciona en los datos agrícolas de las Memorias Geográficas, Históricas, Económicas y Estadísticas de la Isla de Puerto Rico, publicadas por Pedro Tomás de Córdoba en 1831. ¡Y ojo, tampoco hay una receta con gandules en nuestro primer recetario, El cocinero puertorriqueño (1859)!
Pero estos silencios no significan que el gandul no jugara un papel destacado en los pequeños predios y en la alimentación de campesinos y esclavos en Puerto Rico a fines del siglo XVIII y durante la primera parte del siglo XIX, como ocurría en las pequeñas parcelas campesinas, por ejemplo, en Jamaica, Belice y Barbados. Los silencios se debían, sin duda, a la subvaloración del gandul- como cultivo y comida- en los discursos de los “ilustrados” puertorriqueños y los “agricultores de escritorio”.
En la segunda mitad del siglo XIX ya comenzará a hablarse del gandul – aunque de forma muy paraca- en la obra El médico botánico criollo de Renato de Grosourdy (1864)- ahora con el nombre de Cajanus cajans-, y en los Estudios Sobre la Flora de Puerto Rico de Agustín Stahl (1883). Finalmente hay una mención a su uso alimentico en la Revista de Agricultura y Comercio de Puerto Rico en 1888. En ella se describía al gandul- en el contexto de la cocina pobre- de la siguiente forma:
“Cajanus indicus: Otra rica y sabrosa leguminosa que nos ha sido importada de la India. Su cultivo requiere poco esmero, produce abundante y por largo tiempo, constituyendo una de las plantas alimenticias más ventajosa a nuestra población pobre.”
  Otra cosa muy distinta será la comparecencia del gandul en los primeros recetarios que se publicaron en el siglo pasado.
Con eso vengo y con una receta de sopón de gandules y bollitos, ¡Antes de Noche Vieja!

domingo, 29 de diciembre de 2019

Los gandules del arroz: ¿Cuáles son los significados del nombre gandul"? (segundo de cuatro Antes de Noche Vieja)

Foto de La voz del Sur

¿Cuáles son los significados del nombre gandul? Parece, pues, haber consenso en el sentido de que gandul fue el nombre dado por los cristianos a ciertas milicias árabes de Al-Ándalus – Granada y el norte de África- durante las llamadas guerras de La Reconquista Española (711-1492). En el Nuevo Mundo, la palabra se empleó para señalar a los indígenas más aguerridos durante las campañas bélicas de la conquista española de América en el siglo XVI.
Etimológicamente, el Diccionario de la Real Academia establece su raíz en varias lenguas: del hispano árabe gandúr (“truhan”); del árabe clásico gundar (“joven mimado”); o del persa gundar (“de un color particular”).
Por otro lado, en su Diccionario Etimológico, el estudioso Joan Corominas aclara que en la segunda mitad del siglo XV (1400`s) se usaba en España el nombre gandur– derivado del árabe- para referirse a un “joven de clase modesta, que afecta elegancia, procura agradar a las mujeres y vive sin trabajar, tomando fácilmente las armas”.
Por último, es importante señalar que en castellano – que fue el idioma que heredamos de la colonización española- la palabra gandul siempre tuvo un significado despectivo. Así, en la formación de nuestra cocina y cultura alimentaria durante la época preindustrial, el gandul fue asociado con prácticas alimentarias que los “ilustrados” consideraron pobres, ajibaradas, o racialmente negras, tal y como fue el caso del quimbombó, o confecciones como el funche.
En la próxima, antes de Noche Vieja, les hablo sobre las menciones que se hicieron al gandul… muuucho antes de 1950.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Los gandules del arroz ¿de dónde vienen y cuándo llegan? (¡Primero de cuatro...antes de Noche Vieja!)

Gandúl, acuarela de Agustín Stahl, 1883

El Cajanus cajans, legumbre llamada gandul en Puerto Rico, es el fruto envainado de un arbusto que puede llegas a crecer hasta cuatro metros de altura. A diferencia de otras plantas leguminosas, en condiciones óptimas, el gandul puede ofrecer al agricultor hasta cinco cosechas, por eso, también se siembra como perenne. Su ciclo natural de cosecha en épocas pasadas era de noviembre a enero, lo que lo llevó a insertarse definitivamente en nuestras ingestas navideñas junto a arroz.

 Los especialistas tienen discrepancias sobre el origen geográfico del gandul. Algunos concluyen que es de estirpe sur asiática, mientras otros piensan que es de origen africano. Pero la mayoría se inclina por el origen sur asiático, tomando en consideración la importancia en la antigua culinaria india de la salsa dhal (que en efecto quiere decir “gandul”), y el peso histórico de la siembra del Cajanus en la agricultura de India vis a vis la de África.  Es plausible entonces que la hipótesis del origen africano del gandul se deba a que fue llevado a la costa occidental de Africa por los navegantes portugueses entre 1499 y principios del siglo XVI en sus viajes de regreso en búsqueda de del mundo de las especias: la India.

Los testimonios del arribo del gandul a Puerto Rico son escasos y confusos. Berta Cabanillas, autora del libro El puertorriqueño y su alimentación a través de su historia (1971) sugiere que llegó desde Angola con el comercio esclavista. Pero no da una fecha precisa. No obstante, los nombres de Congo pea y Pois de Angole que se le da a la legumbre en Jamaica y Haití desde el siglo XVIII, refuerzan la idea de su arribo al Caribe con en los buques esclavistas desde África occidental.

Pero no hay duda de que, ya en el siglo XVIII, se cultivaba y se comía gandul en Puerto Rico. Ello queda acertado en la obra Exploración Botánica de las Islas de Barlovento: Cuba y Puerto Rico, escrita por los científicos Martín Sessé y José Estévez en 1795. En su catálogo de plantas, Sessé y Estévez los llamaron Cytisus cajanus. Encontraron, además, que el nombre común que la población le daba al fruto era “gandul”, y en plural, “gandures”

martes, 24 de diciembre de 2019

¿Cuándo apareció la primera receta de arroz con dulce?


Dita con arroz El velorio F. Oller 1893

La primera receta de arroz con dulce que se llevó a la página escrita apareció en 1859, en el manual anónimo titulado El cocinero puertorriqueño, que es, posiblemente, una copia “puertorriqueñizada” de El cocinero cubano de 1856.
En El cocinero puertorriqueño, reimpreso tres veces en siglo XIX, la receta fue llamada “arroz con coco”, y no “arroz con dulce”, aun cuando los ingredientes fueran los mismos - a excepción del jengibre-, de los que normalmente se emplean hoy. El anónimo cocinero sugería la añadidura de cáscara de limón verde, en vez de jengibre, como acostumbran hoy las cocineras más antiguas. Sea como sea, la confección era elaborada entonces, al igual que hoy, para ocasiones festivas. Manuel Alonso la refiere(con coco, por cierto) como una que no faltó cuando describió la escena del banquete en su poema Un casamiento jíbaro en 1849. En su Carnaval de las Antillas (1882), Luis Bonafoux Quintero la utilizó para recrear la escena de un baile en que un joven criollo galantea a una muchacha - al final de una danza -, ofreciéndole, además de pasteles y majarete, arroz con coco. Cierto es que a la larga el nombre que prevaleció en los recetarios de principios de siglo XX fue el de arroz con dulce.
El arroz con coco es sólo una de las parientes de la familia de los arroces dulces y húmedos que las cocineras domésticas del país practicaron por años. Los libros de cocina más antiguos de Puerto Rico reproducen el “manjar blanco criollo”, por ejemplo, hecho con harina de arroz remojada en leche, endulzada ésta con azúcar aromatizada con gotitas de agua de azahar. El manjar blanco criollo vuelve a la página escrita en 1948, en el raro recetario The Puerto Rican Cookbook, compilado por la norteamericana Elizabeth Bellows Dooley. Este postre, que ya es una pieza arqueológica en la culinaria dulce del país, debió haberse originado del clásico manjar blanco de las culinarias mediterráneas, hecho con leche de almendras, y aparecido en los manuales de cocina europeos desde la Edad Media.
Otra confección hermana, muy parecida al manjar blanco, (y que a veces aparece en las recetas de los paquetes de harina de arroz marca Maga y Goya), fue el llamado “majarete”. A éste se le añadía manteca de cerdo para darle más consistencia a la papilla y se perfumaba con raspadura de limón u hojas de renuevo de naranjo. Una versión más popular del majarete se hará con harina de maíz. El majarete de arroz se reproduce en los clásicos de la década del 50, Cocine a Gusto, de Berta Cabanillas y Carmen Ginorio (1950); y en Cocina Criolla, de Carmen Aboy de Valdejully (1954).
El arroz con dulce hoy se afilia esencialmente con la temporada navideña, pero al igual que otros arroces dulces su culinaria debió estar asociada al deseo de obsequiar en otras épocas del año y en festividades familiares y comunitarias que simbolizaban la alegría de vivir, como las bodas, los bautizos, el carnaval, y claro la Nochebuena y la Fiesta de los Santos Reyes.
El  arroz con dulce- o arroz con coco, como quieran-,es el que más ha perdurado de la culinaria mestiza de los arroces azucarados de que he hablado arriba.

jueves, 19 de diciembre de 2019

¡Antes de Nochebuena!

Hace unos dias, un amigo me preguntó, muy formalmente, lo siguiente: ¿Desde cuándo los puertorriqueños comemos arroz con dulce? Puse rostro dubitativo y mi pronta respuesta fue: "Ésa es buena....y difícil de contestar". 
Al ruedo me cayó encima con la clásica: ¿Por qué? Compuse mi pensamiento y le respondí lo siguiente:
"Por la razón de que la fecha específica en la que un recetario antiguo incluye por primera vez cualquier receta no significa que ése sea el momento exacto en que comenzó a confeccionarse un plato. Los recetarios muchas veces compilan confecciones que venían haciéndose desde mucho antes de la publicación del libro, incluso sus autores las copian a mano de algún cocinero iletrado- en tiempos de alto analfabetismo-, o imitándolas  y rectificándolas frente al cocinero o cocinera que la produce. Incluso algunos autores de recetarios las copiaban de un recetario a otro con leves modificaciones o con nombres distintos.
En el caso del arroz con dulce puertorriqueño, pienso que su invención fue posterior al establecimeinto de una relación - física, íntima y frecuente- entre la memoria culinaria del cocinero o cocinera que finalmente lo inventa- o lo imita  o recrea a partir de sus recuerdos-, y los productos que se utilizan en el plato. En el caso del arroz con dulce debes tomar en cuenta que ninguno de los componentes básicos del plato es oriundo de la agroecología de Puerto Rico.
Dicho esto, y si tomamos en cuenta que ninguno de los componentes básicos del arroz con dulce se cultivaba en el Caribe antes del arribo de los españoles, entonces  hay que suponer que debió ocurrir   a manos de cocinerxs  inmigrantes de orígen arábigo-andaluz o africano occidental, que conocían y usaban a fondo a falguno u otro de los ingredientes básico del plato-  luego de la adaptación de sus ingredientes al paisaje agrícola caribeño. Te propongo como período “adaptativo” de los ingredientes, la época que va de fines del siglo XV hasta mediados del siglo XVII.
Quizás con la excepción de las pasas (las uvas nunca prosperaron en el Caribe, así que eran mercancía que llegaba esporádicamente), y la canela (que era una especia de lujo en el siglo XVI, y desde mucho antes apreciada ante todo por su uso medicinal y no como aromatizante), habrá que esperar a que los ingredientes básicos del plato comenzaran a sembrarse y a desarrollarse en un nuevo paisaje: la caña de azúcar (arribada en 1493 a la Española); el arroz (sus primeros cultivos se hicieron en 1495 en la Española, y en Puerto Rico en 1535), el coco (llegado a Puerto Rico en 1549) y el jengibre (introducido por los españoles a Jamaica en 1525, y extensamente cultivado en Puerto Rico en 1624), entonces me arriesgo a decir, que el primer arroz con dulce debió cocinarlo algún cocinero o cocinera- con memoria culinaria arábigo-andaluza o africana ocicdental, que concían y usaban a fondo ésos productos-, luego de 1624. Ésa es mi respuesta".
Y le añadí: "Otra pregunta muy distinta- y mucho más fácil de contestar por cierto-, es ¿cuándo aparece la primera receta “escrita” de arroz con dulce? 
"Pero ésa te la respondo antes de Nochebuena".

domingo, 15 de diciembre de 2019

Las 10 cosas que la comida navideña fast nos puede secuestrar


La tecnología culinaria (el procesador de alimentos, el congelador, la estufa eléctrica, la batidora, los enlatados, la transportación y un largo etcétera), fue tremendamente importante en la historia de la cocina navideña puertorriqueña después de la Segunda Guerra Mundial (1942-1945), pues redujo tiempo, espacio y esfuerzos a la hora de confeccionar el complejo repertorio por todos conocido.Cierto, tiempo, espacio y esfuerzos eran, previo a la modernización, “coacciones” a la hora de querer cocinar para  Navidad.

Pero sepan que esas “coacciones”, en su momento, fueron “retos” antes que “imposibilidades”. Retos estos que dieron paso, en algún remoto momento de la historia culinaria boricua, a ingeniosas prácticas de cocina y a solidarios juntes familiares.  Hoy, al comenzar la primera década del milenio, las tecnologías culinarias de la pos-modernización y las comidas navideñas tipo “convenience”, van provocado la erosión de aquellas ingeniosas destrezas y de aquellos cimientos solidarios.  Ellos se han convertido en figuras nostálgicas de un pasado que muchos – y me incluyo- queremos reinventar.
Sólo pensemos en las siguientes:
1.       La hoja de plátano como tapa del caldero de Arroz Con Gandules y Carne de Cerdo.
2.       La “achiotera” de lata para colar la “manteca de achiote” para bruñir de color rojizo el arroz -que demás está decir quedaría “apastela`o” por el aroma de la hoja tapadera-.
3.       Descascarillar, cribar, seleccionar, enjuagar, secar y moler el arroz criollo para un “Manjar Blanco”.
4.       Seleccionar las mazorcas de maíz “tiernas”, para guayarlas sobre un tazón, dejar el residuo en remojo y luego exprimir con un paño - a puño y muñeca- la “leche de maíz” o almidón para un “Majarete de Maíz” o un “Mundo Nuevo”.
5.       Raspar los bordes de las calderas de los ingenios azucareros para coger “raspadura” – o muy bien, comprarla como azúcar barata, sin “refinar”, que era la cara, en el ventorrillo rural- para endulzar -y ¡broncear! - un Arroz con Coco (o “con dulce” como le llaman muchos, aunque yo siempre voy al primero).
6.       Seleccionar el coco seco- ¡mucha agudeza heeeej, pues debe tener por lo menos mitad de agua! -; romperlo con un golpe en el punto preciso, sacar la pulpa, guayar la pulpa, prensar la pulpa en paño- otra vez, a puño y muñeca-, para sacar la leche para un Tembleque o un Arroz con Coco.
7.       Hacer lo mismo ¡CERO COCO LÓPEZ! - para verterle al pitorro y endulzarlo con canela y “melao de caña” para un hacer “coquito”. ¡Y ojo, no era tan blanco ni tan dulce como lo es ahora con las leches industriales: condensada, evaporada y la de coco enlatada!
8.       Matar un puerco, abrirlo, limpiarlo, adobarlo, lavar las tripas, hervir la sangre, embutir morcillas – sin arroz y con ají picante please-, cantear de un machetazo exacto las carnes para freír chicharrones, buscar la vara pa “envarar” y hacer horquillas, preparara gandinga….
9.       Reunir a vecinos y a parientes del otro la`o del charco a hacer pasteles: tú cortas las hojas de plátano y el hollejo de la mata para usarlo como amarre; aquella amortigua sobre el vapor del agua o el humo de la leña, y que  corte en tamaños de 12 pulgadas cuadradas; el chiquitín saca las semillas del achiote; aquella en el pilón para el sofrito, el otro corta tocino y cantea a machete las masitas de cerdo…. y un sinfín de otras tareas que abrían los canales para la comunicación verbal, la memoria, el aprendizaje del gusto, y la solidaridad familiar.  
10.   Sentarse en los peldaños de la escalera del balcón con mami, abuela y los vecinos a desgranar- además de recuerdos de fiestas pasadas y viejos romances de Reyes- las vainas de los gandules para  el sopón que nos comeríamos, como dice el aguinaldo…A las dos de la mañana……

El connotado antropólogo Sidney Mintz (1922-2015), caribeñista y especialista en la antropología de la alimentación, un poco antes de morir escribió las líneas que copio abajo en un ensayo que tituló Food at Moderate Speeds (2006).[1]

 "Hay motivos para una creciente convicción de que tales avances eventualmente destruirán el sabor local y la cocina, en lugar de sostenerlo o mejorarlo, estableciendo primero, y luego manteniendo, lo que puede convertirse, en efecto, en una línea de base global de mediocridad. Por lo general implica, con el tiempo, la eliminación de la producción local, y entre las razones dadas para hacerlo son la conveniencia, el ahorro de tiempo, la reducción del trabajo manual y "convertirse en moderno".

Al comenzar la segunda década del milenio, yo quiero reinventar ese pasado. ¿Y tú?



[1] Sidney Mintz, en: Richard Wilk. Fast Food/Slow Food: The Cultural Economy of the Global
Food System,2006.


martes, 5 de noviembre de 2019

La joven mandarina (Citrus reticulata)

Citrus cinensis Agustín Stahl (1883)

La china mandarina pertenece a la variedad de cítricos de cáscara delgada y suave. Corresponde a la especie que ordinariamente llamamos mandarinos (Citrus reticulata, Citrus unshui y Citrus reshni). Incluso algunos híbridos también le son parientes, como el Citrus tangernia, llamado así desde el siglo XIX porque se introdujo a los Estados Unidos desde la marroquí ciudad de Tánger. Las mandarinas tienden a ser pequeñas, algo achatadas y fáciles de pelar, y su nombre tal vez le venga del color ambarino de la vestimenta de los “mandarinos”, los cultos funcionarios de gobierno durante la antigua China Imperial.  
 La mandarina se cultiva desde aproximadamente 3,000 años atrás. Algunos expertos indican que pudo haber tenido dos orígenes: en China, o en Cochin China (Vietnam del Sur). Otros, a diferencia, concluyen que es originaria de la India o del archipiélago Filipino. Pero si sobre su origen tienen discrepancias, en lo que sí están de acuerdo es en que su propagación por el mundo es difícil de trazar, pues su traslado hacia el Cercano Oriente- desde donde pasó al mediterráneo norafricano-, se dio en etapas históricas separadas. Igualmente concurren en que el cultivo de la mandarina en occidente se inició a principios del siglo XIX (1805), cuando se llevaron dos variedades de mandarinas a Inglaterra directamente de Cantón; y que hacia mediados del siglo XIX las mandarinas eran cultivadas extensamente en el mediterráneo italiano, y con más prominencia en Sicilia.
 Al momento del descubrimiento europeo del Caribe Insular, cítricos como la naranja dulce (Citrus cinensis) y la mandarina (Citrus reticulata) no formaban parte del amplio reino frutícola de los taínos. No obstante, al poco tiempo de iniciarse la conquista española, se introdujeron semillas de naranjas traídas de Córdoba y Sevilla, posiblemente de las cinensis que trajo a Lisboa Vasco da Gama en su viaje de regreso de la India en 1499. Por eso, es muy posible que la que se haya sembrado inicialmente en Puerto Rico fuera la Citrus cinensis, es decir, la que comúnmente llamamos en Puerto Rico “china”. Del tamaño y del sabor de estas quedó prendado el obispo de Puerto Rico, Fray Damián López de Haro, cuando las probó en 1645, alabándolas al decir que eran “más grandes y mejores que las de allá”.
Pero curiosamente el fraile no hizo referencia a la china mandarina. Igual ocurrió mucho tiempo después, cuando en su libro Estudios sobre la Flora de Puerto Rico (1883) el botánico aguadillano Agustín Stahl identificara a la Citrus cinensis (en la ilustración arriba) en la rica flora borincana, pero no hiciera lo propio con la mandarina. Lo mismo ocurrió en el estudio de Orartio F. Cook, The Economic Plants of Puerto Rico (1903).  Y más sorprendente aun es que la mandarina no apareciera en el informe Propagación y venta de las chinas en Puerto Rico, preparado por la Estación Experimental Agrícola de Puerto Rico en 1904.
¿Se habrá introducido a Puerto Rico recientemente? ¿Ciento veinte años atrás, digamos? ¿Es la mandarina una adolescente en nuestra historia alimentaria? Es muy posible.
Sea como haya sido, no debemos creer que la mandarina fue ignorada por agricultores y por la población rural puertorriqueña una vez se introdujo, semilla o árbol. Que la joven naranja no comparezca en los escritos botánicos, en los censos agrícolas del siglo XX, o que no haya ni una receta con ella en los recetarios de cocina antiguos, con seguridad se debe a que su propagación se realizó poco a poco- tal vez de semillas o arbolitos traídos desde las Filipinas o de Valencia durante los últimos años de la colonia española; o desde las plantaciones de la Florida a principios del siglo XX-, por agricultores o individuos interesados en ella más como “comida de mano”, que como mercancía. Si así fue, la pequeña mandarina quedó escondida detrás del valor económico que tuvo, - y aún tienen en Puerto Rico- cítricos como la china dulce, la toronja, los limones y la chironja.
En estos últimos años, y para bien, la moza mandarina comienza a asomar su rostro. En el 2016-2017 se registraron 748.3 cuerdas sembradas, y se cosecharon 13.3 millones de unidades. Y si en Puerto Rico consumimos hoy casi un 39.47% de chinas dulces y mandarinas producidas aquí, ahora nos toca sacar a la joven naranja del escondite, patrocinado más su consumo.
Por último, y como habrán experimentado ustedes, nuestra naranja, madura y en sazón, es pequeña 2” a 2” ½ de ancho, por 1 ¾ a 2 ¼ de alto- y muy fácil de pelar. Una vez se hunde el dedo para rasgar la piel, inmediatamente se respira un aroma a limoncillo con tonos de pino navideño y tomillo. Al menos ese es el repertorio olfativo que me trajo la que comí al comenzar estas líneas.  
Cuando le lleguen mandarinas en el box de Producepr, rasguen la cáscara y olfatéenlas. Me pueden escribir sus impresiones sensoriales por aquí, o por info@thefoodstorianpr.com
¡Buen provecho! 

Referencias


Bonavia, Emanuel, The cultivated oranges and lemons, etc. of India and Ceylon: with researches into their origin and the derivation of their names, and other useful information, London: W. H. Allen, 1888.
Departamento de Agricultura de Puerto Rico. División de Estadísticas Agrícolas, Frutas frescas en proceso de cómputos de consumo per cápita: chinas y mandarinas, Preliminar al 5 de marzo de 2019.
Fernández de Oviedo, Gonzalo, Historia General y Natural de las Indias, Parte Primera; Madrid, 1851.
Henricksen, Henry, “Citrus Culture in Puerto Rico”; en:  Agricultural Experiment Station, Bulletin No. 33, February 1930.
Kiple, Keneth y Ornelas, Kriemhild, eds., The Cambridge World History of Food, Cambridge University Press, II vols. 2001.
McGee, Harold, Food and Cooking: An Encyclopedia of Kitchen Science, History and Culture, London, 2004.
 Oratio F Cook y N.G Collins, The Economic Plants of Puerto Rico, United States National Herbarium, vol. III, parte II, 1903.
Stahl, Agustín, Estudios sobre la flora de Puerto Rico, San Juan, 1883.

viernes, 23 de agosto de 2019

Pitahaya: la fruta del Dragón


                                    es coloradísima como un carmesí rosado…

Gonzalo Fernández de Oviedo
Historia General y Natural
de las Indias de la Mar Oceana
1527

 La pitahaya es una fruta tropical de la familia de las cactáceas. Es originaria de las zonas subtropicales de América Central. El cactus – así como su fruta- debió llegar al Caribe insular traído en las canoas de los indígenas agro-alfareros que poblaron las islas venidos de Mesoamérica y del norte suramericano. En estas zonas, la pitahaya se había domesticado mucho antes del descubrimiento europeo de América.   Actualmente, en los vocabularios agrícolas de muchas partes de América Latina, se le conoce con diversos nombres: Cactus trepador, Reina de la noche, Pitahaya, Flor de cáliz, Pitajaya y Pitaya, entre otros. De esta se conocen tres variedades, la undatus (de piel rosada y pulpa blanca), la costarricencis (de piel rosada y pulpa roja) y la trianagularis (de piel amarilla y pulpa blanca)
Flor de la Pitahaya
Agustín Stahl
(1883)
    El cactus, que es rastrero y a la vez trepador, no requiere de muchos cuidados cuando se siembra en pequeños huertos para cosechar su vistosa y agradable fruta. Sus raíces no demandan mucha profundidad, amén de que posee otras que le alimentan y que crecen adheridas a la superficie por donde trepa, incluyendo entre las rocas. Aun cuando se puede propagar de semilla, el Hylocereus crece más rápido cuando se siembra de espeques. Una vez arribado al Caribe Insular, la pitahaya debió adaptarse con facilidad al clima caribeño, pues prefiere temperaturas cálidas y húmedas con buena luminosidad, como ocurre en muchas de nuestras geografías insulares.
   Hacia 1527 la pitahaya rosada (Hylocereus costarricensis -rosada con pulpa roja-, y la pitahaya amarilla (Hylocereus trianagularis, amarilla con pulpa blanca) fueron descritas por primera vez - para el público letrado español-, por el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo.  Respecto a la rosada dijo: “está por de dentro llena de granillos, como un higo; más esos están mezclados con una pasta y carnosidad…. de color de un fino carmesí rosado y toda aquella mixtión de los granillos y todo lo demás se come…”  
   Si bien el cronista consideró que era “sana fruta y a muchos les sabe bien”, comentó, sin embargo, que “yo escogería otras antes que a ella.” Muy posiblemente el disgusto le venía por el hecho de que la ingesta de la fruta de pulpa rosada carmesí (la costarricensis), le coloreaba la orina. Al respecto dijo:
“Desde a dos horas que se comen dos o tres de ellas, si orina el que las comió, parece verdadera sangre lo que echa.” 
 En el caso de Puerto Rico, la propagación de la pitahaya -desde el siglo XVI en adelante-, fue ayudada por el clima y algunas características geomórficas (los batolitos, por ejemplo). Igual, debió propagarse de forma silvestre, polinizada, no por abejas, sino por murciélagos y mariposas nocturnas.  Al igual de como ocurrió con frutales originarios (algarrobo, anón, jagua, piña, mamey, quenepo, y un largo etcétera), la pitahaya ocupó el paisaje isleño de forma silvestre, dando paso a que su nombre indígena (pitahaya) se convirtiera en apelativo de  varios barrios y comunidades de Puerto Rico. En este caso existen sectores y barrios que llevan el nombre de pitahaya en los municipios de Arroyo, Luquillo, Cabo Rojo y Humacao.  Y hasta un río en Luquillo y una quebrada en Guayama también lo llevan.
    Por eso me resulta curioso que en sus estudios sobre la flora de Puerto Rico (1883), el botánico aguadillano Agustín Stahl fuera muy parco al describir las cualidades bromatológicas y gustativas de la fruta. Pero quedó maravillado, no obstante, con su flor. Como sabemos los que tenemos pitahayas, las flores son blancas, grandes, vistosas y solitarias. Su floración ocurre al atardecer entre agosto y septiembre -¡a la vez que brotan sus frutos!-, y permanecen abiertas toda la noche, esparciendo un fragante aroma que dura hasta que sale el sol. Por eso Stahl anotó: “difunden un olor muy fuerte parecido a la vainilla”
Más adelante (1900-1903), los botánicos americanos Orator F. Cook y Guy N. Collins la documentaron en Guayanilla, Coamo y Guayama. En este último municipio, los científicos probaron la fruta por primera vez, describiéndola como una planta “ that bore large edible fruits with a delicate and very refreshing flavor.”
El nombre Fruta del Dragón con que también se conoce a la pitahaya, fue acuñado por los vietnamitas, a donde llegó el cactus llevado por los franceses en una expedición que recaló en México en ruta a las Filipinas. En vietnamés, se le llamó Thanh Long, pues su planta y la forma como se entrelaza para trepar se le pareció al aspecto serpenteado del cuerpo de un dragón, animal fabuloso y mítico muy popular en Asia.
En la taxonomía botánica, la pitahaya lleva el nombre de Hylocereus, un hermoso vocablo compuesto del griego y el latín que significa “cirio de las selvas” (hulos: selva y cereus, cera o vela). Agraciado nombre éste, pues, como se sabe, sus flores abren durante el crepúsculo. Si las observan más adentrada la noche, sobre todo en agosto o septiembre, se darán cuenta que están orientadas hacia la luz de la luna.
Así las ví, como cirios encendidos, la noche que escribí estas líneas. Estaban mirando a la Luna…y eran  las 10:15 pm.

miércoles, 10 de julio de 2019

La quenepa (Melicoccus bijugatus)



S
e cree que este arbusto frutal es endémico de Colombia, Venezuela, las Guayanas y Surinam.  Si así es, el quenepo debe haber llegado a las islas del Caribe en uno de los largos procesos migratorios de los primeros indígenas agrícolas que poblaron a Boriquén a partir del 300 antes de nuestra era.

Cara de quenepa... Se chupa pero no se besa.
Dicho popular
El fruto del quenepo se conoce con diversos nombres en el Gran Caribe, así como en el Caribe Insular, entre ellos mamoncillo, - que es el nombre oficial-, honey berry  en la Guayana, macaco en Colombia, ginep en Jamaica , kenepe en Haití, y grosella de miel en México, para sólo mencionar algunos.

Aunque al momento de la conquista española del Caribe Insular el quenepo formaba parte de los paisajes isleños, la primera descripción que se hace del y de su fruto es en Venezuela. Aquí, según el cronista Oviedo, los indios le llamaban en lengua arahuaca mamon.  

Sorprendido por la majestuosidad del árbol- que puede elevarse hasta los 25 metros- Oviedo los consideró como “gentiles laureles” muy parecidos a los laureles de España. Sobre su fruto añadió que “es de tamaño como una nuez: tiene una corteza verde…y después de quitada esa corteza tiene una carnosidad algo agria y no de mal sabor…”
Interesantemente, Oviedo descubrió que los indios arahuacos de Venezuela, cuando ocurrían hambrunas ocasionadas por plagas en el maíz, tostaban las semillas y las molían para hacer harina y preparar de pan en tiempos de necesidad.

En Puerto Rico, durante el periodo colonial español, el quenepo se sembró en las veredas, carreteras principales y las plazas de los municipios para contener la erosión así como para  crear espacios de descanso y sombra para los viajeros.  

Hacia fines del siglo XIX, el botánico Agustín Stahl encontró que el quenepo era más común en la costa sur de Puerto Rico, especialmente en el municipio- ¡adivinen! - de Ponce. El científico además destacó el excelente sabor de las quenepas ponceñas, “pues cuajan bien y maduran sus frutos agridulces.” No obstante, subrayó que “en la costa Norte es raro y los frutos no maduran ni cuajan.”
Al comenzar el siglo XX (1903), los botánicos Cook y Collins reportaron que los racimos de quenepas- que podían tener entre 28 y 49 quenepas por racimo de una libra- servían de equipaje alimentario en las travesías a caballo de los jíbaros.

Posteriormente, en 1960, se realizaron estudios en la Estación Experimental de Mayagüez y se encontró que la pulpa de una quenepa madura del sur de Puerto Rico podía tener entre 46.6% a 48.6% de materia comestible.

En las prácticas alimentarias puertorriqueñas la quenepa fue- y es- utilizada más como comida de mano que como ingrediente culinario, quizás con la excepción del uso de la pulpa para preparar refrescos, mermeladas o, como el caso de Vieques, para confeccionar un licor de alta graduación alcohólica que se conoce como “bilí”.  Por tal razón no aparece en los Censos Agrícolas del sigo XX, algo que además muestra el escaso perfil comercial que tenía para las grandes empresas frutícolas. El quenepo no era cultivado ni cosechado de “plantación”, como lo eran, por ejemplo, la piña, la china y los cocos.

Igual, sorprende que en los recetarios más antiguos de Puerto Rico no haya alguna receta de la Melicoccus, siendo ella una fruta que en su temporada de cosecho era comida de camino, y sus racimos siempre estaban al alcance en los patios y fincas de los pequeños agricultores.

Hoy día el quenepo crece silvestre y, cuando está en cosecha, sus frutos se recolectan de forma agreste. Creo que si se logran insumos tecnológicos para desenganchar mecánicamente los racimos, y descascarar y despulpar la fruta, podríamos - como ocurre en Colombia-, envasar la pulpa para la venta comercial.

La temporada de la quenepa se extiende desde julio a octubre, así que la encontraremos pronto en los mercados, o despachada por revendones en las carreteras de Puerto Rico, sobre todo en las de Ponce. Porque Ponce es Ponce, y claro, “quenepero”.

“A mamá que le mande una cebollita... Dile que sea la más chiquita”

  La cebolla deriva su nombre del latín cepulla . Pertenece a la amplia familia del genus Allium , estirpe que tiene más de 600 especies. En...