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e cree que este arbusto frutal es endémico de Colombia, Venezuela, las Guayanas y Surinam. Si así es, el quenepo debe haber llegado a las
islas del Caribe en uno de los largos procesos migratorios de los primeros indígenas
agrícolas que poblaron a Boriquén a partir del 300 antes de nuestra era.
Cara de quenepa... Se chupa pero no se besa. Dicho popular |
Aunque al momento de la conquista española del Caribe Insular
el quenepo formaba parte de los paisajes isleños, la primera descripción
que se hace del y de su fruto es en Venezuela. Aquí, según el cronista Oviedo,
los indios le llamaban en lengua arahuaca mamon.
Sorprendido por la majestuosidad del árbol- que puede
elevarse hasta los 25 metros- Oviedo los consideró como “gentiles laureles”
muy parecidos a los laureles de España. Sobre su fruto añadió que “es de tamaño
como una nuez: tiene una corteza verde…y después de quitada esa corteza tiene
una carnosidad algo agria y no de mal sabor…”
Interesantemente, Oviedo descubrió que los indios
arahuacos de Venezuela, cuando ocurrían hambrunas ocasionadas por plagas en el
maíz, tostaban las semillas y las molían para hacer harina y preparar de pan
en tiempos de necesidad.
En Puerto Rico, durante el periodo colonial español,
el quenepo se sembró en las veredas, carreteras principales y las plazas
de los municipios para contener la erosión así como para crear espacios de descanso y sombra para los
viajeros.
Hacia fines del siglo XIX, el botánico Agustín Stahl
encontró que el quenepo era más común en la costa sur de Puerto Rico,
especialmente en el municipio- ¡adivinen! - de Ponce. El científico además
destacó el excelente sabor de las quenepas ponceñas, “pues cuajan bien y
maduran sus frutos agridulces.” No obstante, subrayó que “en la costa Norte
es raro y los frutos no maduran ni cuajan.”
Al comenzar el siglo XX (1903), los botánicos Cook y
Collins reportaron que los racimos de quenepas- que podían tener entre 28 y 49
quenepas por racimo de una libra- servían de equipaje alimentario en las
travesías a caballo de los jíbaros.
Posteriormente, en 1960, se realizaron estudios en la
Estación Experimental de Mayagüez y se encontró que la pulpa de una quenepa
madura del sur de Puerto Rico podía tener entre 46.6% a 48.6% de materia
comestible.
En las prácticas alimentarias puertorriqueñas la quenepa
fue- y es- utilizada más como comida de mano que como ingrediente
culinario, quizás con la excepción del uso de la pulpa para preparar refrescos,
mermeladas o, como el caso de Vieques, para confeccionar un licor de alta
graduación alcohólica que se conoce como “bilí”. Por tal razón no aparece en los Censos
Agrícolas del sigo XX, algo que además muestra el escaso perfil comercial que
tenía para las grandes empresas frutícolas. El quenepo no era cultivado ni
cosechado de “plantación”, como lo eran, por ejemplo, la piña, la china y los
cocos.
Igual, sorprende que en los recetarios más antiguos de
Puerto Rico no haya alguna receta de la Melicoccus, siendo ella una
fruta que en su temporada de cosecho era comida de camino, y sus racimos
siempre estaban al alcance en los patios y fincas de los pequeños
agricultores.
Hoy día el quenepo crece silvestre y, cuando está en
cosecha, sus frutos se recolectan de forma agreste. Creo que si se logran insumos
tecnológicos para desenganchar mecánicamente los racimos, y descascarar y
despulpar la fruta, podríamos - como ocurre en Colombia-, envasar la pulpa para la
venta comercial.
La temporada de la quenepa se extiende desde julio a
octubre, así que la encontraremos pronto en los mercados, o despachada por
revendones en las carreteras de Puerto Rico, sobre todo en las de Ponce. Porque Ponce
es Ponce, y claro, “quenepero”.
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