Mapa de Juan de la Cosa (1500 d. C.) |
En su afán por describir la nueva y exótica flora de las Antillas, en
su primer diario de navegación (1492), Cristóbal Colón provocó grandes confusiones para los
cronistas, comentaristas e historiadores que escribieron sobre el encuentro europeo del Caribe en épocas posteriores. Por
eso, desde principios del siglo XVI, muchos comentaristas han pretendido
resolver el asunto sobre si un tubérculo que Colón llamó "aje" - siguiendo el nombre
que los indígenas le daban-, eran batatas o eran ñames.
La gran confusión
comienza desde el día 13 de diciembre de 1492, cuando Cristóbal Colón, en su
diario de navegación llamó niames a un
tubérculo que le obsequiaron los indígenas a nueve marinos que habían
bajado a tierra. Colón entonces anotó lo siguiente: «Dijeron
los cristianos que después que ya estaban sin temor [los indígenas] iban todos
a sus casas y cada uno les traía de lo que tenía de comer que es pan de niames
que son unas raíces como rábanos grandes que nacen, que siembran y nacen y
plantan en todas sus tierras».
Tres días después, el 16 de diciembre, y
encontrándose cercano a la playa del actual Puerto de la Paz en Haití, comenzó
a usar el nombre aje para referirse al tubérculo que había nombrado el
día 13 como niame. En esta ocasión, anotó que había visto algunos
similares en la costa occidental africana en sus viajes pre-descubrimiento: «Tienen sembrado en ellos ajes que son unos
ramillos que plantan y al pie de ellos nacen unas raíces como zanahorias, que
sirven por pan, y rallan y amasan y hacen pan dellas, y después tornan plantar
el mismo ramillo en otra parte y torna a dar cuatro o cinco de aquellas raíces
que son muy sabrosas, propio gusto de castañas. Aquí las hay las más gordas y
buenas que había visto en ninguna parte, porque también diz que aquellas había
en Guinea». Aunque el día 21 de
diciembre Colón volvió usar el nombre niame (en este caso «pan de niame»), el almirante por primera
vez anota que tal pan se hace con lo que los indios le llaman ajes.
Otros
cronistas que escribieron después del Colón comenzaron a describir el aje
como un tubérculo similar a la batata, pero con ciertas diferencias en
la hoja, en el tamaño, en el sabor y en el aprecio gastronómico respecto de
esta última. No obstante, siempre aludieron a características bromatológicas
que el aje tenía muy parecidas a la batata, sobre todo su siembra en
sarmientos.
Sea como sea, la diferenciación más conocida es la
que hace el cronista Gonzalo Fernández Oviedo cuando escribe: «La hoja de la
batata es más harpada que la del aje, pero quassi de una manera; é asi se
extiende la rama sobre el terreno, é ni más ni menos se curan…Para mí yo tengo
creydo que los ajes é batatas tienen mucho deudo ó similitud, salvo que las
batatas hacen mucha ventaja á los ajes, é son más delicadas é melosas.»
¿Habrán sido los «ajes» los
ñames nativos («mapuey», «dunguey» o «guáyaro») que reporta en sus
investigaciones paleobotánicas el arqueólogo Jaime Pagán?
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