Con harina de trigo desleída en agua, añadiéndole tomates
picaditos, recao, ajíes dulces, cilantrillo y algo de manteca de achiote, es
decir sofrito, se hace la mezcla para
preparar bacalaítos en las freidurías de Piñones.
Existen al menos cuatro variedades de la familia del
bacalao: el bacalao atlántico (Gadus
morhua, que en Puerto Rico provenía de la mares de la penísula de Gaspé, en
Quebec), el róbalo (Melanogrammus
aeglefinus, en inglés conocido como haddock),
el abadejo (Pollachius virens, en
inglés conocido con el nombre de pollock),
y la merluza roja (Urophicis chuss, conocida como hake).
Aun perteneciendo a la misma familia, cada uno presenta cualidades diferentes
en cuanto a textura de su carne, contenido de agua, aceite, sabor y forma de
secado. El Gadus morhua presenta la
menor cantidad de aceite, y se deshoja en láminas brillantes y claras. Además
su sabor es mucho más delicado.
Hoy
día el consumo de todos los pescados salados en Puerto Rico se encuentra
alrededor de 2.94 libras anuales por persona. Se importan 11.2 millones de
libras anuales, y de éstas, sólo 0.47 pertenecen al bacalao bacalao. El resto las proveen el pollock – primero en el “estanding”- y los parientes del bacalao y
el pescado seco y salpreso.
Andemos con cuidado para que no nos peguen un palizón en
algún restaurant asegurándonos que el
bacalao que sirven es el bacalao de Gaspé, y no haddock de la China. En
esta Cuaresma, no todo lo que brillará
en nuestra mesa será el inigualable Gadus
morhua, el pez de las aguas gélidas.
Me pregunto lo siguiente. Andando el tiempo ¿habrá de
modificarse el famoso refrán “te conozco bacalao aunque vengas disfraza`o” para
decir, “te conozco pollóck aunque te
pinten de bacalao”?
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