Entonces ¿cómo se imaginó «la cocina» en
tanto espacio de trabajo? ¿Qué se formuló como «apropiado» en los escritos de
economía doméstica y en los estudios de
los sociólogos del progresismo educativo? Según las normativas del progresismo ¿cuáles implementos debían utilizarse en la cocina para producir una
comida higiénica y balanceada capaz de crear
una familia que asegurara su propio desarrollo hacia una sociedad moderna? Formuladas
para mujeres jóvenes que eran, en su inmensa mayoría pobres, la pedagogía
culinaria creó una gran tensión entre los métodos, utensilios y
dispositivos tradicionales de producir comida (cocinar) y los métodos y equipos
modernos.
A principios del siglo XX, la proposición para la incorporación de una estufa como parte del mobiliario de la cocina era una de las que más confrontaba las prácticas de las cocineras tradicionales y que también más asombraba a las jovencitas educandas en economía doméstica. Por siglos, las cocineras de las casas ricas habían empleado el fogón de ladrillos, y con él habían pulido destrezas para regular temperaturas, tiempos de cocción y cualidades culinarias. Las familias más pobres del país habían cocinado utilizando piedras sobre un taburete hecho en madera y recubierto de metal, colocando sobre él leña o carbón como combustibles, o sencillamente cocinaban al descampado colocando tres piedras entre las cuales colocaban como emisor de calor las leñas incandescentes. En este punto, las maestras norteamericanas, acostumbradas a emplear estufas de hierro (de carbón en un principio y de gas queroseno después) , tuvieron que sugerir otras posibilidades más realistas, y en ocasiones ajustar sus recomendaciones culinarias a los procedimientos ancestrales de las cocineras del patio. Esto, claro, sin descartar la lógica higiénica que ellas concebían si se adquiría una estufa de gas para la cocina.[1]
La historiadora Ruth Cowan Schwartz ha señalado que evolución de la estufa es difícil de trazar debido a que los primeros aparatos designados con ese nombre en el siglo XVIII cumplían más el propósito de calentadores que de estufas propiamente, y debido a que desde que se logró controlar el paso de la combustión para realizar otras funciones, cientos de manufactureros independientes comenzaron a diseñar diversos tipos de estufas sin tener el cuidado de patentizar sus inventos.[2]
Como quiera que sea, la estufa parece haber nacido de la idea de perfeccionar el llamado «box stove», que durante el siglo XVIII venían elaborando los fundidores alemanes y escandinavos para emitir calor hacia otras direcciones de la casa. El más connotado invento de esta índole parece haberlo realizado en 1790 el norteamericano Benjamín Rumford. Posteriormente, hacia los 1830, Philo Penfield Stewart patentizó la estufa Oberlin. De aquí en adelante el calentador y la estufa evolucionaron separadamente.
Al
parecer, la estufa de hierro para combustible sólidos no tuvo gran aceptación
en Puerto Rico
La estufa de gas tuvo una aceptación más
reservada aún, incluso mucho tiempo después de que el sistema de suministro de
gas en las grandes ciudades fuera algo común. [3]
Se la asociaba con un excelente potencial explosivo y venenoso, así como se la
consideraba capaz de desvirtuar el sabor y la textura de los alimentos
horneados y asados. Si bien fue cierto que ella adelantó en el control de los
registros de temperaturas; y en la higiene y limpieza de la cocina, hubo que
esperar a que la química perfeccionara las combinaciones para derivar del
petróleo un gas más limpio: el gas queroseno. Mientras tanto, no dejó de
repisarse un fuerte olor a combustible en el área de la cocina de aquellas
residencias que incorporaron la estufa de gas como parte de su equipo
culinario. Aún a principios del siglo XX, anuncios sobre la estufa New Perfection aparecidos en el Puerto Rican Cook Book glosaban
exclusivamente sobre las cualidades de
ella para reducir la temperatura
que podía generase en la cocina, pero no sobre sus posibilidades
culinarias:
A principios del siglo XX, la proposición para la incorporación de una estufa como parte del mobiliario de la cocina era una de las que más confrontaba las prácticas de las cocineras tradicionales y que también más asombraba a las jovencitas educandas en economía doméstica. Por siglos, las cocineras de las casas ricas habían empleado el fogón de ladrillos, y con él habían pulido destrezas para regular temperaturas, tiempos de cocción y cualidades culinarias. Las familias más pobres del país habían cocinado utilizando piedras sobre un taburete hecho en madera y recubierto de metal, colocando sobre él leña o carbón como combustibles, o sencillamente cocinaban al descampado colocando tres piedras entre las cuales colocaban como emisor de calor las leñas incandescentes. En este punto, las maestras norteamericanas, acostumbradas a emplear estufas de hierro (de carbón en un principio y de gas queroseno después) , tuvieron que sugerir otras posibilidades más realistas, y en ocasiones ajustar sus recomendaciones culinarias a los procedimientos ancestrales de las cocineras del patio. Esto, claro, sin descartar la lógica higiénica que ellas concebían si se adquiría una estufa de gas para la cocina.[1]
La historiadora Ruth Cowan Schwartz ha señalado que evolución de la estufa es difícil de trazar debido a que los primeros aparatos designados con ese nombre en el siglo XVIII cumplían más el propósito de calentadores que de estufas propiamente, y debido a que desde que se logró controlar el paso de la combustión para realizar otras funciones, cientos de manufactureros independientes comenzaron a diseñar diversos tipos de estufas sin tener el cuidado de patentizar sus inventos.[2]
Como quiera que sea, la estufa parece haber nacido de la idea de perfeccionar el llamado «box stove», que durante el siglo XVIII venían elaborando los fundidores alemanes y escandinavos para emitir calor hacia otras direcciones de la casa. El más connotado invento de esta índole parece haberlo realizado en 1790 el norteamericano Benjamín Rumford. Posteriormente, hacia los 1830, Philo Penfield Stewart patentizó la estufa Oberlin. De aquí en adelante el calentador y la estufa evolucionaron separadamente.
Estufa de hierro para carbón mineral |
como la tuvo en Inglaterra y en los Estados Unidos, que fue
donde primero aparecieron. Si bien es cierto que la portabilidad de la estufa -
al igual que el anafre - resultaba más económico a los dueños de las
residencias en caso de mudanzas a una nueva localidad, es posible que las quejas
del servicio doméstico respecto al calor que transmitían al ambiente, así como
el riesgo constante de quemaduras con la superficie incandescente del hierro,
hayan rescindido su acogida. Por el contrario, el fogón de ladrillos o de adobe
aislaba algo el calor, lo que resultaba más confortable para el servicio
doméstico en los caniculares meses de verano.
Estufa de gas New Perfection |
“ Have you solved the “Home
Comfort Problem" for this coming summer ? Are you planning to put the coal
range out of commission ? Will you do the family boiling, stewing, and frying
in a sane and restful manner over a
stove that keeps the kitchen cool?
The heat from the New Perfection “ Wick Blue Flame Oil Cook Stove”
is very powerful but being concentrated at the opening on the top of the
stove, all surface radiation ( the cause of overheating ) is avoided.”[4]
Estufa de queroseno New Perfection Anuncio en el Porto Rican Cook Book, 1909 |
“Fires are usually built in
some sort of receptacle or stove. The simplest is a ring of stones on the
ground, inside of which sticks are piled lightly to allow the free passage of
air. A stove consists of a box or bowl for fuel or fire, built of cements or
bricks, but usually of iron. At
the bottom of this fire box is a grating, with
a hole below it to allow the air to pass up and the ashes to drop down….This is
the simplest form of a stove, such as the charcoal brazier or the stove made
from the kerosene oil can. A stove of more complicated construction is built of
iron, with a closed top and a chimney for the smoke and gases to escape. Special
stoves are built for the use of fuels, such as kerosene, gasoline and gas.
Anafre deriva su nombre del árabe hispano annáfih |
Fogón de carbón de leña. También se usaba con carbón mineral Ilustación de Bellows Dooley The Puerto Rican Cookbook, 1948 |
In the Puerto Rican home, the charcoal range is used largely. Point out
the fire box, the opening for the air to enter and the opening for the gas and
smoke to escape. Describe the method of making charcoal. In the schools the
blue flame stove, with kerosene as fuel, is used.”[6]
Fogón de carbón de leña Foto: Rural Life in Puerto Rico, 1933 |
Anuncio en The Porto Rican Cook Book 1909 |
Es
posible que la aceptación de la estufa eléctrica en Puerto Rico haya encontrado
-al igual que la estufa de gas - la resistencia abierta de los cocineros y
cocineras de las casas “bien”. El empleo de la estufa eléctrica requería del
personal de la cocina ciertas maniobras para las cuales estos no estuvieron entrenados en un principio.
El manejo de interruptores de corriente,
el control del flujo de electricidad durante la operación culinaria, así como
la presencia de cables en el área de trabajo, debieron resultar tareas tan desalentadoras
como lo fueron las constantes voladuras de los elementos y la quemazón de las
resistencias debido a la enorme cantidad de electricidad que en sus comienzos
requirió la estufa de corriente
eléctrica.[8]
También, es posible que algunas resistencias
al cambio se hayan manifestado en tanto las cocineras tradicionales veían en la
incorporación de un aparato tan sofisticado ( lo mismo debió haber sucedido con
la de gas ), la intromisión del dueño de la casa en una operación doméstica sobre la cual los
sirvientes de cocina habían gozado de
cierta autonomía desde tiempos inmemoriales. [9]
Posiblemente a ello se deba que la estufa de la casa de la familia Roig en
Humacao sea un fogón de ladrillos - como se puede advertir hoy- aun cuando en
el plano original, diseñado en 1918 por el arquitecto modernista Antonín
Nechodoma, se recomendaba la instalación
de un «electric range». [10]
Fogón de la Casa Roig en Humacao 1918 |
Las
estufas propuestas por la economía doméstica, por otro lado, eran
considerablemente caras para la inmensa mayoría de la población, más aún cuando
se trataba de un proyecto de educación femenina masivo dentro de un contexto
socioeconómico marcado por grandes desigualdades. Aun cuando los intentos
iniciales focalizaron y tuvieron mayor ejecución en las escuelas públicas levantadas
en los centros urbanos de los más prósperos municipios del Puerto Rico del
siglo XX , solo las cocinas de las familias más ricas pudieron contar con estos
novedosos aparatos. [11]
Un escrito del médico sanjuanero José Gómez Brioso, señalaba en 1914 que, en la
calle Allen, “calle principal de la ciudad, ocupada, generalmente por la
porción más acomodada del vecindario”, una familia de cuatro adultos y dos niños
pagaba de renta mensual $6.50 por un alojamiento de 80 metros cúbicos.
Mientras, una estufa de gas costaba $9.50. [12]
Igualmente
ocurría con los tenedores que entonces
costaban 15 centavos; las cucharas de madera, que valían 5 centavos; un rodillo
para amasar, 15 centavos; sartenes de 5 pulgadas, 20 centavos; una palangana para fregar platos, 25 centavos; y un plato para comer, 10
centavos.[13]
En
la ruralía de Puerto Rico las posibilidades eran infinitamente menores. Hacia
1917, el sociólogo Fred K. Fleagle encontró que las familias campesinas más
pobres utilizaban como estufa el fogón de piedras (“ The cooking is done under a shed on a pile of stones”); mientras las familias campesinas más acomodadas de la ruralía-
aquellas cuya fuerza de trabajo familiar, recursos ambientales e ingenio
arquitectónico les permitían levantar un bohío con divisiones internas- hacían
de la cocina-según Fleagle- “a separate room or shed at the rear, and is
ussualy without floor.”[14]
El mobiliario de la cocina - continuaba Fleagle- consistía de hamacas, algunas
cajas que se usaban a modo de sillas, “a rough table, and a few dishes, all
made from gourds, except the iron pot
used in cooking.” Las familias campesinas de las regiones costeras,
especialmente aquellas que vivían en los cuartelones de las grandes
plantaciones de cañas, apenas si teían una cocina para elaborar sus alimentos
diarios individualmente. El propio Fleagle
encontró que los cuartelones de
plantación estaban divididos en su interior “by half partitions into two or three rooms and are usually provided with
separate kitchens, frequently one kitchen serving for from one to four houses.”[15]
En esta realidad, una estufa de gas -o una de
electricidad- no era otra cosa que un juguete para los bien ricos- como ha señalado
la historiadora Ruth Cowan Schwartz al estudiar el caso de los Estados Unidos. [16]
En Puerto Rico, todavía en 1946, el fogón de tres piedras, el anafre y la
estufa de ladrillos ( para aquellas familias que podían diseñarla en sus
moradas ), continuaban empleándose por
encima de las otras dos: el fogón de tres piedras era el instrumento de cocción
del 44.2% de 1,044 familias urbanas y rurales; el anafre, el 15.9%; el fogón de
ladrillos, el 22.7%; la estufa de gas queroseno, 13.1%; la estufa de gas 2.7%;
y la estufa eléctrica, el 0.9%.20 Para que estos aditamentos se
adopten, habrá que esperar a los grandes proyectos de vivienda pública, a la masificación
de la vivienda privada y a los avances en la industria de los electrodomésticos
en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial.[17]
[1]
Muchas
de las maestras norteamericanas que enseñaron cursos de economía doméstica en
las escuelas públicas de Puerto Rico a principios del siglo 20, habían sido
educadas en los preceptos de la connotada
maestra
Catherine Beecher Stowe. La Stowe fue fundadora de un movimiento de educación
femenina que postulaba el aprendizaje metódico y científico de las tareas del
hogar como uno de los medios para que las mujeres pudieran modelar una
domesticidad digna, y controlar así sus experiencias cotidianas en el hogar. En
este entre juego, saber manejar los nuevos equipos domésticos aumentaba las
posibilidades de alcanzar el ideal
propuesto por Stowe. De esta forma, maestras como Grace J. Ferguson ,
Elsie Mae Wilsey, Georgia O` Reilly y Margaret Fix - para citar solo a algunas
de las que ejercieron en Puerto Rico entre 1914 y 1930 -, habían experimentado
con las estufas de hierro para carbón y gas en sus casas, en las universidades
donde habían estudiado y en sus carreras profesionales como educadoras del
hogar. Véase., Archivo Central de La Universidad de Puerto
Rico , Fondo de Organizaciones y sus
Funciones , Recopilación Especial
número 73 , La educación de
Maestras de Economía Doméstica en la Universidad de Puerto Rico (Mimeo),
1938, 4 págs. Sobre el movimiento
originado por Stowe, véase, Isabel Bevier y
Susannah Usher , The Home
Economics Movement, Boston ,Whitcomb and Barrows , 3ra
ed. 1918, 67 pgs.; y Laura Shapiro, Women
and Cooking at the Turn of the Century, New York, Farrar,
Strauss and Giroux, 1995, 280 pgs. Sobre la utilización del gas
queroseno en algunas ciudades de occidente, véase, Witold Rybczinski, La casa: historia de una idea, Madrid,
Nerea, 1986, 253 págs., págs..
129-149.
[2] Ruth Cowan Schwartz, More Work for Mother: The Ironies of
Household Technology from the Open Hearth to the Microwave, Basic Books,
1983, 257 pgs., pgs. 53-60.
[3] Para la mejor reseña sobre la aceptación o rechazo de las diversas
estufas véase,
Christina Hardyment, From Mangle to
Microwave: The Mechanization of Household Work, Polity Press, 1988, 299
pgs., cap. 8.
[4] The Ladies Aid Society of the First Methodist Church of San Juan,
Puerto Rico , The Puerto Rican
Cook Book, San Juan ,
Imprenta de M. Burillo, 1909, 129 págs.
[5] Lo que el sentido común llama “gusto”- nos dice
Claude Fischler -, es, en realidad, mucho más que el gusto mismo. La sensación
que comúnmente llamamos así resulta, en efecto, de una combinación de
informaciones que proceden de varios sentidos diferentes de la gustación
propiamente dicha: tienen por origen las papilas del gusto, los receptores táctiles
y térmicos de la lengua; por fin, y, sobre todo, la mucosa olfativa que es
estimulada por los olores alimentarios en el momento de la deglución [ yo
añadiría también en el momento de la cocción de los alimentos ]. Técnicamente,
esta sensación compleja se llama flaveur…” “ El gusto es - continúa Fischler
-,…un sentido que parece funcionar según una lógica que se podría calificar de
binaria. Provoca…además de una respuesta afectiva, una respuesta comportamental,
en gran parte generada por dos regiones del cerebro: el hipotálamo lateral y la
amígdala. Al reducirse esta respuesta a
la elección entre la ingestión o el
rechazo, se puede considerar que el gusto cumple una función que se
asimila en un sentido a un juicio de
aceptación o rechazo.” Véase. Claude Fischler, El
(h)omnívoro: el gusto, la cocina y el cuerpo, Barcelona, Anagrama,
1995, 421 págs.., pg. 88.
[6] Grace Ferguson, Home Making and Home Keeping: A Textbook
for the First Two Years Work on Home Economics in the Public Schools of Puerto
Rico, San Juan, Department of Education, 1915, pgs. 28 pgs. pgs. 22-23.
[7] The Ladies Aid Society, op. cit.
[8] Convertirse en un entendido o entendida de los equipos culinarios eléctricos
requería- posiblemente- de un cierto entrenamiento difícil de adquirir en el
Puerto Rico de principios del siglo XX. Solo pensemos en que la primera estufa
eléctrica- mejorada luego de muchos
experimentos fallidos- apenas se había presentado como invento en la Exposición
Colombina de Chicago en 1893.Véase
Hardyment, op. cit. págs..
130-131
[9] Sobre este punto, tan difícil de documentar, resultan iluminadores los
señalamientos del connotado antropólogo Sidney Mintz . Refiriéndose a las
sociedades esclavistas de Caribe , Mintz argumenta que la relación de muchos
esclavos con la producción, distribución y procesamiento de los alimentos - a
diferencia de otros trabajos de explotación extrema en faenas no vinculadas con
la alimentación de la casa de los amos -, llevaron a un segmento de la
población esclava a tener que
enfrentarse a problemas logísticos ( qué
y cuándo sembrar; cómo procesar los alimentos; qué cocinar para la familia del
hacendado; cómo sazonar las confecciones; cuáles equipos utilizar etc. ) para
los cuales pudieron actuar con cierto grado de autonomía. Y lo que es más
importante, ese nivel de autonomía les proveyó unas destrezas que, después de
la abolición, serán muy valoradas y
respetadas por las familias ricas del país. Mintz
concluye lo siguiente: “Dealing in food was dealing in freedom at many levels.
For example, working in the production of food legitimized certain claims that
the slave would level against their masters; working with the distribution of
food legitimized freedom of movement, commercial maneuver, association, and
accumulation; working in the processing of food legitimized the perfection of skills that would become more
important with freedom; and working in the emergence of cuisine legitimized
status distinction within slavery, both because the master class became
dependent upon its cooks, and because the cooks actually invented a cuisine
that the masters would vaunt, but could not themselves duplicate.” Véase. Sidney W Mintz, Tasting Food, Tasting Freedom: Excursions
into Eating, Culture and the Past, Boston, Beacon Press, 1996, 149
pgs., pgs. 47-48.
[10] Enrique Vivoni Farage, ed., Antonín Nechodoma:
Umbral para una nueva arquitectura caribeña, Archivo de Arquitectura
y Construcción y Colegio Universitario de Humacao, 1989, 105 págs..
[11] Véase, Cruz M. Ortiz Cuadra, “ La
economía doméstica sobre el papel: la enseñanza de las ciencias del hogar en
las escuelas públicas de Puerto Rico, 1900-1930”;
en:
Revista Exégesis.
Año 10, núm. 20
[12] Ferguson, op. cit.,
pg. 13. Vid. Ferguson, op. cit. pgs. 13-16.
[13] Ibíd. pgs. 15-16.
[14] Fred K. Fleagle, Social Problems in Porto Rico, Heath and
Co., 1917, 140 pgs.; pg. 9.
[15] Ibid.. pg. 35.
[16] Cowan Schwartz, op. cit. pg. 94.
[17] Lydia J. Roberts y Rosa Luisa Stefani, Patterns of Living of Puerto Rican Families, Río Piedras,
University of Puerto Rico, Department of Home Economics, 1949, 411 pgs., pg.
304.
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