sábado, 4 de febrero de 2012

Muñoz y The Puerto Rico Food Advisory Commission

Eliminar el fantasma del hambre
Foto: Jack Delano
Fundación Luis Muñoz Marín
En un momento en que los gerentes de la industria alimentaria ven caer la cifra de 5.7 billones de dólares que las ventas al detal les generan al año1, por primera vez se toman en serio la obsolescencia del modelo empresarial basado en la importación desreglada de  alimentos y  abogan por una “política pública alimentaria”2que transforme la cadena de suministros.
Dicho de otra forma, la circunstancia  de que más del 80% de la comida llegue  a nuestro tenedor  por una cadena  que se origina fuera de Puerto Rico –y que  es objeto de especulación por las grandes empresas  agroindustriales y financieras– ha hecho  que los empresarios  caigan en la cuenta de su fragilidad, debido a que los altos costos que pagan en la cadena no los pueden rentabilizar  subiendo  los precios  al último eslabón, el de los consumidores.
La petición ha venido cuando ya observan que las lealtades se quiebran, y los consumidores se las agencian para cambiar sus prácticas de compra.
En los dos últimos años, esta situación, que impacta directamente a los desempleados, a los dependientes de ayudas alimentarias y a los asalariados temporeros  ha sido contestada por los más vulnerables con la  “compra de relleno” (acuden semanalmente pero gastan menos), y  comprando lo que más rinde por el valor de su dinero (cantidad versus calidad). La respuesta  ha  producido una reducción  estimada de 12.1%  en  las ganancias de las empresas que venden alimentos al detal.
Lo interesante  de todo esto es que mientras las empresas  que venden al detal  se ven afectadas,  se observa un patrón de compra que favorece  a los hipermercados  de descuento multinacionales, que venden por volumen, y es evidente una solidificación éstos en el mercado alimentario nacional.
La triste realidad parece conformarse en la voracidad del capitalismo alimentario multinacional contemporáneo, capaz de excluir a sus competidores al consolidar a su favor varios eslabones de la cadena.
Por más que le demos vuelta, el asunto está atado  a nuestra dependencia con el mayor productor de alimentos procesados del mundo, canalizada por nuestra relación colonial
Quizás los empresarios no sepan que sus cuitas tienen historia, iniciada en 1953, cuando se le añadió un elemento nuevo a la reforma que prometía atender, desde el gobierno, la incapacidad de la agricultura y del mercado alimentario puertorriqueño para encarar el “miedo al hambre” y la desnutrición crónica.3En el furor de la modernización, parte de la solución se le confió a un novel sistema de provisión alimentaria: el supermercado.
A la distancia de sesenta y dos años y ante los reclamos de la industria alimentaria, otra vez se confirma que en el ejercicio muñocista del poder había grandes ilusiones reformistas. Pero como acierta el historiador Fernando Picó, hoy “percibimos que la ilusión de idear un estado totalmente responsable y respondente ha sido siempre una utopía, cuyos límites quizás fueron colindantes con la discursividad de Muñoz, pero cuyas concreciones parecieron muchas veces pasajeras y casi siempre resultaron insuficientes.”4
La utopía en letras
Tengo fotocopia de un  documento poco conocido por la historiografía muñocista que descubre esa historia. Lo encontré en el Archivo Central de la Universidad de Puerto Rico cuando trataba de dar con los currículos de  economía doméstica de principios del siglo XX.5
Se trata del informe final que rindió al gobernador Luis Muñoz Marín The Puerto Rico Food Advisory Commision (FAC), organizada en mayo de 1953 para deliberar y proponer “certain recommendations which it believes will be of assistance to Puerto Rico in improving the production, processing and marketing of food”.6
Por razones de tiempo y espacio, en lo que sigue resumo tres puntos del informe que creo que proveen perspectiva y significación al dilema de los empresarios actuales. Son ellos 1) quiénes fueron los miembros de la FAC; 2) la determinación de los problemas sobre los que habría de actuar la FAC. En el próximo escrito reseñaré las recomendaciones de uno de los cuatro comités en que se dividió la FAC, específicamente las del Comité de ventas al detal y operaciones  al por mayor. El obligado atajo no pretende cancelar el valor testimonial de  las recomendaciones del resto de los comités.
Los miembros
La FAC se compuso de veinte (20) personas, entre ellas cuatro (4) representantes del gran comercio de importación de Puerto Rico (Frank Ballester, Francisco Freiría, Frank Besosa y Ramón Señeriz); dos (2) representantes del gobierno (Cándido Oliveras, del Departamento de Educación de Puerto Rico, y Ramón Colón Torres, del Departamento de Agricultura).

Ir al  súper Grand Union
Foto: Archivo fotográfico
Extensión Agrícola
 Los catorce restantes eran  extranjeros, de los cuales he podido  identificar sólo siete. El prestigioso economista de Harvard, John Kenneth Galbraith; el sociólogo Millard Hansen; el planificador urbano Britton Harris7; el empresario agroindustrial William G. Karnes (dueño del la procesadora de lácteos Beatrice Foods, en Chicago);8 Beardsey Ruml (sociólogo, educador y asesor financiero, egresado de la Universidad de Columbia, presidente de la tienda por Departamentos Macy’s desde 1945, y Director del Banco de la Reserva Federal en New York de 1937 a1947);9el empresario agroindustrial Charles F. Seabrook ( apodado el “Henry Ford de la agricultura” luego de inventar, junto a Charles Birdseye, la tecnología del congelamiento rápido de alimentos);10y el exitoso empresario neoyorquino Lansing P. Shield (creador en Estados Unidos del modo de provisión y consumo alimentario conocido como “supermercado”, y dueño de  la recién inaugurada firma – memorable en Puerto Rico- Grand Union, empresa que en 1954 generaba ventas ascendentes $283 millones de dólares.11 Es importante llevar presente el siguiente dato: la presidencia de la Comisión quedó en manos de Lansing P. Shield.12
Los flancos de ataque
El grupo comenzó su trabajo con  tres reuniones (del 3 al 6 de mayo de 1953) encaminadas a determinar los inconvenientes que hacían que el acceso  a la comida fuera desigual y oneroso. Se identificaron  cinco problemas: primero, la comercialización era excesivamente cara; segundo, la dieta de los puertorriqueños era deficiente; tercero, la dependencia en la importación  afectaba la agricultura puertorriqueña y encarecía los alimentos; cuarto, el precio de la distribución era oneroso; y quinto, la distribución no era ni remotamente tan eficiente como la de Estados Unidos.
La FAC concluyó que los problemas podrían atenuarse resolviendo dos asuntos. Primero, aumentando la calidad y cantidad de los  alimentos cosechados en Puerto Rico; y segundo, adaptando a la economía de Puerto Rico los mejores elementos del sistema de distribución estadounidense. La FAC entonces se dividió en cuatro comités: educación (Commitee on Education), producción de alimentos y procesamiento (Commitee on Food Products and Processing), transporte e instalaciones de exportación (Commitee on Food Transport and Export Facilities), y el de venta al detal y operaciones al por mayor (Commitee on Retail and Wholesale Operations). Cabe señalar que éste comité lo presidió Lansing P. Shield.

De la escases a la abundancia
Foto: Archivo fotográfico
 Extensión Agrícola

Los comités sesionaron  por siete meses, y reunieron  sus recomendaciones –a nombre de la FAC– en el Informe final que se entregó al gobernador en enero de 1954.
Visto en conjunto, el plan es atrevido, bien pensado y lleno de optimismo. En él, el financiamiento agrícola, la distribución de tierras, la experimentación con nuevos cultivos, la localización estratégica de procesadoras con alta tecnología agroindustrial, la educación nutricional y empresarial, el diseño de infraestructura para distribución, almacenamiento, exportación e importación de alimentos, conformarían un circuito orgánico y eficiente, capaz de materializar uno de los imaginarios más declarados de la utopía muñocista: desaparecer el fantasma del hambre.
Para lograrlo, la recomendación del Comité presidido por Shield sobre establecer centros de comercialización alimentaria en zonas urbanas estratégicas se consideró el componente clave del circuito. Las resoluciones de Shield a Muñoz las resumiré en mi siguiente colaboración.
  1. Supermarket Solutions, Business Consulting, Quién manda en el punto de venta, 2011, 54 pp., p. 3 []
  2. Marian Díaz, Alerta roja alimentaria; en: El Nuevo Día, 10 de noviembre de 2011;  y de la misma reportera,  Preocupa el futuro de la industria de  alimentos,  El Nuevo Día, 7 de noviembre de 2011. []
  3. Cruz M Ortiz Cuadra, “Disquisiciones muñocistas sobre nutrición y consumo: 1948-1964”, en: Exégesis, año 18, núm. 52; 2005: pp 24-33. []
  4. Fernando Picó, ed., Luis Muñoz Marín: ensayos del centenario, Fundación Luis Muñoz Marín, 1999, 285 pp., Introducción. []
  5. Archivo Central de la Universidad de Puerto Rico, Informes y Estudios, Recopilación especial número 58, caja 2, The Puerto Rico Food Advisory Commision (FAC), Informe, 1954, 31 pp., p.1 []
  6. Ibid, p. 1. []
  7. Véase, Guide to Britton Harris Papers []
  8. Beatrice Foods, y de las compañías que adquirió relacionadas al procesamiento de “snaks” y comidas étnicas  i.e. La Choy []
  9. Bardsley Ruml Papers []
  10. Princeton Theological Seminary, The Charles F. Seabrook Manuscript Collection []
  11. Reseña de la historia de Grand Union y el modelo del “supermercado” implementado por Shield, consultado el 8 de diciembre de 2011. También  el reportaje Retail Trade: The Supermarket; en: The Times Magazine, 21 de mayo de 1956; consultado el 8 de diciembre de 2011. También, Harvey Levenstein, Paradox of Plenty: A Social History of Eating in Modern America, Oxford University Press 1993, 337 pp., p. 113. []
  12. Las colaboraciones para identificar los otros siete son bienvenidas. Ellos eran Maurice C. Bond, William Crow, Huge J. Davern, Austin Igleheart, James McGowan Jr., John Paton  y Francis H. Whitmarsh. []

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